domingo, diciembre 28, 2008

España recupera muy lentamente su memoria

El Gobierno ha acelerado el desarrollo de la ley sólo en los últimos tres meses. Decenas de símbolos franquistas han sido retirados este año

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España recupera muy lentamente su memoria
Laboratorio de la Universidad de Palencia, donde se identifican restos de 25 cuerpos recuperados en la fosa común de Santoyo, en Valladolid. - mónica patxot
MIGUEL ÁNGEL MARFULL - Madrid - 27/12/2008 08:00

El pasado 25 de noviembre, el Congreso rechazó tomar en consideración la iniciativa de ERC para ampliar la Ley de Memoria Histórica y reconciliar a la democracia con la República, que no aparece mencionada ni una sola vez en el texto aprobado por el Parlamento en 2007 y que está vigente desde el 27 de diciembre del pasado año.

En aquel debate, quedaron recogidos los avances que ha propiciado el texto a lo largo de 2008 y, también, buena parte de las frustraciones generadas. "No es suficiente y ofende por no reconocer a todas las personas represaliadas ni otorgarles la condición jurídica de víctimas", expuso el diputado republicano Joan Tardà. El PSOE replicó dejando claro cuál es el límite del Gobierno: la propia ley. Desarrollarla "en su totalidad, sin limitación, distracción o cortapisa", fue la bandera enarbolada por el diputado socialista Daniel Fernández.

Desarrollo normativo

Las críticas de ERC no son una excepción. Los colectivos de defensa de la Memoria Histórica consideran insuficiente no sólo la ley sino su propia ejecución. Y eso que su desarrollo se ha acelerado en el último trimestre. El 31 de octubre, se vieron los primeros frutos. El Gobierno aprobó la concesión de la nacionalidad española a los miembros de las Brigadas Internacionales, el abono de indemnizaciones a las víctimas que trabajaron "en defensa de la democracia" entre los años 1968 y 1977 y la denominada "declaración de reparación y reconocimiento personal a quienes padecieron persecución o violencia" durante el franquismo.

El Ministerio de Cultura ha acelerado el envío de fondos al Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca

Al mismo tiempo, Justicia ha facilitado la consulta de los registros civiles y ha regulado la opción a la nacionalidad española de los hijos y nietos de los exiliados de la dictadura.Medio millón de descendientes de exiliados podrán pedir la nacionalidad a partir del próximo lunes, según el cálculo de las asociaciones. El trabajo normativo acaba ahí. No así las novedades nacidas del texto.

El Ministerio de Cultura ha acelerado el envío de fondos al Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Justicia ha habilitado una web la primera que dedica el Gobierno a la Memoria Histórica que facilita información sobre los trámites relacionados con la ley y hace una semana se anunció la creación de una Oficina para las Víctimas de la Guerra Civil y la dictadura.

Además, una veintena de ayuntamientos ha retirado honores y medallas concedidas a Franco. Su aplicación ha limpiado, además, pueblos y ciudades de símbolos franquistas. El pasado 18 de diciembre se retiró en Santander la última estatua ecuestre de Franco en una vía pública. Y la retirada ha llegado en 2008 también al Valle de los Caídos. En 2008, España ha enterrado, definitivamente, el 20-N.

Las novedades de un texto pionero

El 31 de octubre de 2007, el Congreso aprobó con el apoyo de todos los grupos, salvo el PP y ERC, la denominada Ley de Memoria Histórica. Era la primera vez que se regulaba el último poso del franquismo.Su texto fue publicado en el BOE el 27 de diciembre de 2007.

Su título expone sus intenciones: "Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura". Hace una condena expresa al franquismo, pero no anula los juicios orquestados por la dictadura, a los que únicamente adjudica la condición de "ilegítimos", calificativo que extiende a sus condenas.

La ley obliga a retirar símbolos y monumentos franquistas, salvo cuando concurran razones artísticas o religiosas. El texto prohíbe que se celebren actos de naturaleza política en el Valle de los Caídos, prevé distintos tipos de indemnizaciones para las víctimas del franquismo y se compromete a "facilitar" a los interesados las tareas de localización de los desaparecidos de la dictadura.

miércoles, diciembre 24, 2008

Gente Maleducada

El endurecimiento de las medidas contra los inmigrantes que aparece cíclicamente en la agenda de la Unión Europea tiene mucho de amnesia y un buen porcentaje de ingenuidad, porque si algo demuestra la historia de los flujos y reflujos migratorios de todos los tiempos es que no hay ley, ni muro, ni forma de impedir la entrada de una persona que, con el irreprochable objetivo de alimentar a su familia, pretende introducirse en un país que le ofrezca mejores oportunidades que el suyo.


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jueves, diciembre 18, 2008

martes, diciembre 09, 2008

sábado, diciembre 06, 2008

Guerra Civil Española: La Memoria

jueves, diciembre 04, 2008

La Parabola del Toro o del Torero?

Existe una metodologia: Siempre enfrentamiento, confrontando pero tambien hay encanto tanto en la dulzura “cinica” o en la brutalidad. La finalidad es la misma: matarte.

Hay crueldad. Premeditacion y alebosia. Detras de esa supuesta inteligencia contingente “viveza, sutilezas” convive una burreza permanente. En morbo taurino recae en la provocacion. En la brutalidad que no es mas que la ignorancia .

Por eso la paradoja, cual es mas crudo: el animal o el humano?

Este es un país, además, en el que siempre será más fácil que en ningún otro encontrar gente disfrutando con la crueldad hacia los animales que deberían estar pastando tranquilamente, su sufrimiento y muerte pública. Nos gusta ver el dolor ajeno, y lo inflingimos en quien menos medios tiene para defenderse. Matamos animales porque queremos ser políticamente correctos y matar personas no está de moda, íbamos a parecer bárbaros…

http://acartier.wordpress.com/2008/11/17/esto-tambien-es-espana/

El Argumento de la Vigilancia

Tu me vigilas a mi, tu no confias en mi (o no te fias de mi). Pero por que me tengo que fiar yo de ti en lo que tu sabes de mi.

El que vigila tiene una informacion privilegiada sobre ti. Por ejemplo, quien maneja un archivo, el informatico y hasta el propio Homero Simpson cuando “vigila” la planta nuclear.

La paradoja: Todo el mundo vigila a todo el mundo. Paranoia? Alienacion? Inseguridad?

Donde comienza y donde termina las clausulas de seguridad?
En el momento en que se hace uso indevido de esa informacion hay delito.

Otro tipo de vigilancia se encuentra en los partidos politicos, los infiltrados y los beneficios que consechan.

lunes, octubre 27, 2008

Fascismo en Valencia

La C. Valenciana lidera el número de actos xenófobos y ultras

14:52
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El Informe Raxen especial 2008, elaborado por Movimiento contra la Intolerancia, recoge cerca de 230 casos de xenofobia y violencia ultra registrados en España durante 2007, la mitad de ellos en la Comunitat Valenciana, Madrid y Cataluña.

EFE El presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, ha presentado hoy este informe en Valencia, en cuya autonomía hubo el año pasado el mayor número de incidentes de xenofobia, racismo y odio, un total de 43, seguida de la Comunidad de Madrid (36 casos) y Cataluña (34).

En estas regiones se recogen casos de juicios contra neonazis y la ultraderecha, violencia ultra en el fútbol, violencia racista, homófoba y neonazi, vandalismo ultra, abusos y malos tratos policiales xenófobos, violencia hacia indigentes, terrorismo nazi, violencia escolar o negación del holocausto.

"Vivimos un serio rebrote de acciones neofascistas en España, muy significativa en Valencia, Madrid y Cataluña, que se caracteriza a diferencia de los años 90 por una fuerte y visible componente de agitación y una dinámica de violencia más clandestina, no reivindicada", asegura el informe.

También denuncia que no se genere "la reacción legal y democrática pertinente" e insta a la creación de una "Fiscalía Especial" para perseguir de oficio los crímenes de odio y delitos de intolerancia, de una Ley de Igualdad de Trato contra la Discriminación y de un Plan integral que proteja los derechos de personas y colectivos afectados.

El informe incluye además una "lista incompleta" de 74 personas que han fallecido en el periodo 1991-2007 por las acciones de violencia racista y de odio criminal protagonizadas, en su mayoría, por ultras y bandas neonazis.

Entre ellos se encuentra el asesinato en Madrid en noviembre de 2007 de Carlos Javier Palomino, de 16 años, que murió de una puñalada en el corazón que le asestó un ultra, o el de María del Rosario Endrinal, indigente que en diciembre de 2005 fue quemada viva cuando dormía en un cajero en Barcelona.

También hace referencia a los asesinatos cometidos en Sagunto (Valencia) en 2005 y Castellón en 2004, donde sendos inmigrantes marroquíes murieron tras recibir una paliza de un grupo de jóvenes; en Alicante en 2002, cuando un indigente búlgaro también murió tras ser apaleado y linchado por cuatro jóvenes, o en Valencia en 2001, cuando un inmigrante tunecino fue apedreado y acuchillado.

El asesinato de una empleada del Ayuntamiento de Valencia en febrero de 2003 en su piso, donde apareció una cruz nazi dibujada con pasta dentífrica, o el de Fernando Bertola, estudiante de Derecho de 21 años que fue asesinado en 1997 de una puñalada en el corazón asestada por un conocido "skin head", figuran asimismo en ese balance.

El informe hace referencia a partidos que impulsan objetivos xenófobos, como Democracia Nacional, Nación y Revolución-Combat España, Alianza Nacional o España 2000, entidades que organizan manifestaciones xenófobas, conciertos fascistas y conferencias antisemitas.

Además, alerta de que Internet se ha convertido en el "principal espacio de propaganda y difusión del odio", ya que la Red "proporciona difusión, debate, distribución de música y otras mercaderías, hasta conexión con potentes redes internacionales de grupos racistas, antisemitas y de intolerancia extrema".

Durante 2007, según el informe Raxen, se han celebrado en España decenas de conciertos racistas y neonazis que se convierten en "lugares de adoctrinamiento y de captación de los grupos ilícitos" ante los que, denuncia, "incomprensiblemente no se han adoptado medidas sancionadoras y penales".

viernes, octubre 03, 2008

viernes, setiembre 05, 2008

El Tiempo No Para!

Yo veo al futuro repetir el pasado,
Veo un museo de grandes novedades, no
Y el tiempo no para, no para, no no, no.

Nos tildan de ladrones, maricas, faloperos,
Y ellos destruyeron un país entero,
Pues así se roba mas dinero

martes, julio 22, 2008

sábado, julio 12, 2008

sábado, julio 05, 2008

jueves, junio 26, 2008

Comentario del “Prólogo” de “La religión dentro de los límites de la mera razón” de Emmanuel Kant

Lo que Kant, el supremo maestro de ética de Occidente, destaca en este texto, es una situación paradójica para la relación entre Moral y Religión.

Parece que al Kant rigorista, partidario del deber y receloso de la felicidad individual, se le opone un Kant más indulgente que quiere recuperar la Religión para el ámbito Moral y recoge por ello la desdeñada felicidad que, unida a la honestidad, llevaría de la mano a un “bien supremo”. Éste bien acabaría a su vez postulando la necesidad de un Ser Supremo, Omnipotente. Pero se trata de una simple apariencia, esa realidad contradictoria no es la auténtica intención Kantiana.

Destaquemos las dos tesis posibles por separado, para mayor claridad:

A) la Moral es independiente de la Religión. Es un hecho – un Factum der Vernunft – que la razón es práctica. Decide lo que hace según normas que suponen la libertad del sujeto. Kant puntualiza esta perspectiva: la Moral no necesita otro orden superior al hombre para conocer el deber, no hay ningún otro motor que el deber para el cumplimiento de la ley moral. Esto indica que objetiva y subjetivamente la moral se basta a sí misma: “si debes, puedes”. Pero, para que la acción sea realmente moral se mantienen una serie de exigencias y nacen una serie de conceptos que se siguen unos a otros. Así, la acción buena es la realizada no “conforme al deber” ni por inclinación, sino únicamente “por deber”. El valor moral de una acción no radica en su motivo ni en su fin, sino en la máxima adoptada por el principio del deber. Lo fundamental es el carácter moral, que se construye en la elección de la máxima. El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley. Todo otro motivo de acción es ilegítimo y espúreo. No debemos actuar para obtener la felicidad, ya que ésta es objeto de la imaginación, no de la razón. Si la felicidad fuese el objeto de nuestra acción, se lograría mejor por el instinto. Desconfía Kant de la mención a la felicidad porque de ésta surgen máximas moralmente malas y, avanzando hacia su fundamento, la última mala máxima, libre e imputable al ser humano, pero inexplicable, donde radica (influjo luterano) el “mal radical”.

El “respeto” es el sentimiento, surgido de la razón (no exactamente un sentimiento más), que nos manda acatar la ley (ya que si la máxima es el principio subjetivo de moralidad, la ley es el principio objetivo) por alcanzarse la universalización de la máxima. El respeto es diferente del placer y del miedo y se refiere siempre a personas, no a cosas. Sin embargo, el hombre se encuentra en la naturaleza. Es también una cosa entre las cosas. Es decir, está sometido a “causalidad” en su voluntad, como ser racional y en su “libertad”: propiedad de tal causalidad para operar efectivamente independientemente de factores externos que la coartan. Pero esta libertad tiene un estatuto epistemológico especial: sólo es “Faktum”, en cuando experiencia no es cognoscible. La conocemos como posibilidad de actuar una capacidad, nuestro parecer moral. En esta dinámica de libertad, lo único bueno en el mundo sin condiciones es una “buena voluntad”. Pero nuestra voluntad no es la divina: una “voluntad santa” que une actuación y perfección. A la “ley de santidad” se une en nosotros la “ley del deber”. Así, el imperativo del amor en el Evangelio sólo deja de ser “patológico” en cuanto que es “tensión hacia”. Nuestra puede ser la intención, no la imitación.

Se da, sin embargo, la confluencia entre libertad humana y causalidad natural. Es lo que refleja la primera formulación del imperativo categórico donde mi máxima es deseable como ley general. Sin embargo, la síntesis entre verdad y naturaleza va progresando en la segunda formulación del mismo que nos insta a obrar como si mi acción pudiera ser considerada ley de la misma naturaleza. Hay aquí un cariz utópico desde un yo ideal que se identifica con un “Reino de los fines”: una voluntad común de ciudadanos (influjo de Rousseau) que nos lanza a la “humanización” (ilustración) de nuestro mundo. La tercera formulación dejaría claro que ese reino es personal, hay un mundo intersubjetivo en esa “ley natural” que pide que respetemos a todo hombre “como fin en sí mismo y nunca como medio”. Nace aquí la consideración de la acción desde un extremo en el cual el yo escapa a sí mismo y se hace “causa noúmenon”, esto es, origen de lo que excede al hombre en el hombre mismo. Esa causalidad escondida se espeja también en el “hacia donde” queremos llevar nuestra acción. De modo que la acción moral no tiene un fundamento extrínseco, pero parece revelar en sí algo distinto de ella.

Desde aquí podemos considerar el otro aserto Kantiano:

B) La Moral conduce a la Religión. Ya que nuestra acción, para ser moral, necesita una idea que ponga en conexión el deber con lo que todo ser humano piensa que le es debido al cumplimiento del deber: la felicidad. Ello, según Kant, debe postular la existencia de un “bien supremo” y de un Ser Supremo que lo avale. Sin este planteamiento, ni la acción digna (no sujeta a precio) ni la tarea de moralización que nos aparece como infinita, podrían llevarse a cabo. Toda acción moral lleva en sí un componente teleológico al que Kant había aludido ya en la “Disertatio” de 1870 como “Perfectio moralis”, que hace soñar a todo hombre digno con un mundo feliz aún cuando él mismo no se sienta digno de alcanzarlo. Pero este mundo es imposible de lograr con las sólas fuerzas humanas: “¿Cómo un árbol malo puede dar frutos buenos?” Se pregunta nuestro filósofo. Sólo Dios, operando una especie de conversión, podría hacer que trabajáramos desinteresadamente haciéndonos dignos de la futura felicidad; pero, para ello hay una base suficiente en la “personalidad”: un “otro que yo de la vida” sin la cual, como señalará en la Crítica de la Razón Práctica, la vida no vale nada. De fondo, nos maravilla con idéntico asombro la analogía entre la legalidad física del cielo estrellado y nuestra propia legalidad autónoma. Así se entiende que lo que, por obediencia a la ley vivimos como “constricción”, podemos experimentarlo como “exaltación” en cuanto nos trae la noticia de nuestra pertenencia al ámbito de la “personalidad”, en la que Kant ha visto algo así como una ventana inmanente hacia la trascendencia.

Kant no ha querido contradecirse y guardar su fe en Dios y su fe en el hombre, hablando en la “personalidad” de una especie de “dos fuentes de la moral y de la religión” (en esquema posterior de Bergson). Para nosotros, su huida hacia delante es todo un retroceso. La felicidad no es renunciable y, ya desde Aristóteles, no simple cuestión instintiva.

La “personalidad” Kantiana es “más de mí – aunque desconocida -en ésta única vida” y el deseo de perfección e inmortalidad, el acicate para la cotidianeidad en bondad sin esperar recompensas, pero haciendo pagar, con la legalidad, a cada uno lo suyo, sin esperanzas ilusas y dilatorias, ofensivas de la propia dignidad.

El saber del no-saber: La paradoja socrática

La sabiduría de Sócrates, a tenor de los primeros diálogos de Platón, consiste en hacer que sus interlocutores descubran su propia ignorancia.

Sócrates afirma no saber nada; o interpretándolo de manera más clara, afirma que lo que sabe no tiene ningún valor, no es auténtico saber, no al menos el saber que vale la pena. ¿Y qué saber es el que vale la pena? Justamente aquel que no interesa a nadie, que a nadie preocupa, por el que nadie pregunta porque no tiene utilidad.

En los diálogos “socráticos”, Platón nos muestra a numerosas personas que se cruzaban con Sócrates afirmando saber sobre tal o cual cosa (la piedad, la virtud, la justicia, el valor…), e incluso algunos decían ser “sabios” sin más. Sócrates, siempre según Platón, en principio se mostraba complaciente e ingenuo, y después pasaba a la acción. Hacía ver a su interlocutor que realmente no sabía aquello que creía saber, o mejor dicho: que aquello que sabía no valía la pena y que lo realmente valioso le era desconocido. En otras palabras: le mostraba su ignorancia por cuanto lo que afirmaba saber era como no saber nada, y porque ignoraba cuál era el auténtico saber. La reacción del interlocutor podía ser de antipatía y desprecio eternos hacia Sócrates, o bien de sometimiento y aceptación. En este último caso Sócrates mostraba el camino que él mismo estaba recorriendo e invitaba a su desarmado interlocutor a seguirle. Según Platón, casi siempre sucedía lo primero; probablemente muy pocos griegos tenían paciencia para mantener una conversación cordial con él.

Sócrates, por tanto, partiendo de una ignorancia, la suya, llega a descubrir otra, la del interlocutor. ¿Son el mismo tipo de ignorancia? No exactamente: el sabio ignora algo respecto a lo ente (a saber: que aquello que cree saber en realidad no lo sabe, mientras que aquello que efectivamente sabe es un saber trivial, no el saber que él cree) pero también sabe algo respecto al ente (justamente este saber trivial); Sócrates ignora algo en el ámbito ontológico (ignora el saber auténticamente tal) y sabe algo a nivel óntico (lo mismo que sabe, aunque lo ignore, el sabio: este saber trivial), y además sabe otra cosa, que el sabio ignora: que este saber es trivial y aquel otro es auténtico.
Pongamos un ejemplo: supongamos que Sócrates dialoga con un sabio en justicia; veamos qué saben y qué ignoran cada uno:

EL SABIO SABE:

1. qué cosas son justas o injustas

2. que posee un determinado saber

EL SABIO IGNORA:

1. que el saber que posee sólo consiste en enumerar o reconocer qué cosas son justas o injustas

2. que eso que él sabe no es un auténtico saber

3. que el auténtico saber es saber qué es la justicia

4. qué es la justicia

SÓCRATES SABE:

1. qué cosas son justas o injustas

2. que saber esto es trivial, no es auténtico saber

3. que existe un saber auténtico: saber qué es la justicia

SÓCRATES IGNORA:

1. qué es la justicia

La cuestión es, por tanto, que aquello que el sabio sabe no tiene ningún valor, cosa que él ignora, mientras que aquello que ignora sí lo tiene, cosa que también ignora. En cambio, lo que Sócrates sabe tampoco tiene ningún valor y lo que ignora sí lo tiene, y Sócrates es consciente de ambas cosas. En fin: el sabio es ignorante de su propia ignorancia y por tanto no es sabio, y Sócrates en cambio conoce la suya. Así, el ignorante deviene sabio y el sabio ignorante, ya que la ignorancia ontológica de Sócrates le hace sabio en lo óntico, mientras que el saber óntico del sabio le hace ignorante óntico (de su propio saber) y ontológico.

La manera en que Sócrates pone de manifiesto todo este círculo de saberes e ignorancias es mediante el método mayéutico, que no consiste más que en preguntar “por qué”. Pero quien haya leído algún diálogo platónico verá que la pregunta socrática no es “¿por qué…?” sino “¿qué es…?”; sin embargo es exactamente la misma cuestión: “¿Por qué esto es justo?” “Porque en esto hay justicia” “¿Y qué es, pues, la justicia?” Sócrates es sin duda el más claro ejemplo de este proceder filosófico que consiste en preguntar sobre lo ente para descubrir el ser que lo hace presente.

En los diálogos socráticos, en los que probablemente Platón reprodujo con más fidelidad la metodología de su maestro, nos llevamos desilusiones porque nunca se llega a ninguna conclusión. La cadena de “porqués” se interrumpe sin llegar a la meta, no llegamos a saber qué es la justicia, la piedad, la virtud, la amistad o el valor; al final de los diálogos tanto Sócrates como su interlocutor parecen saber lo mismo, o sea: que ambos ignoran qué es la justicia, la piedad, la virtud, la amistad o el valor. Aparentemente, pues, la cadena de “porqués” sólo sirve para evidenciar una ignorancia, y por tanto deviene una pérdida de tiempo. Pero no es del todo así: lo que se muestra, lo que queda a la vista, es un saber, y no este o aquel saber sino el auténtico saber, cuya característica esencial es permanecer ignorado, oculto, escaparse a todo intento de aprehensión. Pero en ese caso ¿no hay fin en el proceso, no hay meta, el esfuerzo es en vano? Sí que hay meta, pero una meta que se esconde, que no se deja ver, una meta de la que sólo podemos decir que la ignoramos ya que no somos más que filósofos. El “¿por qué…?” es un continuo proceso de investigación cuyo final permanece oculto; en su camino, cada “¿por qué…?” se encuentra con una respuesta que exige un nuevo “¿por qué…?” hasta que se llega a una respuesta sin “¿por qué…?. Esto habría de hacer abandonar al más optimista, ya que, como mucho, el resultado que podemos alcanzar es obtener la ignorancia de un saber al que le es esencial ser ignorado; pero Sócrates parece disfrutar con ello, como si lo que buscara fuese justamente hacer relevante este saber por cuanto lo ignoramos, por cuanto no sabemos nada de él, por cuanto es un no-saber. Parece así que Sócrates pretende poner a la vista este saber como lo que es, como una ignorancia, un no-saber.

Cobra así especial sentido la frase “sólo sé que no sé nada”: Sócrates únicamente sabe que no-sabe, que posee aquella ignorancia que le es esencial al auténtico saber; posee pues un saber sobre un no-saber, un saber de una ignorancia, en fin: sabe un no-saber. Pero este “saber un no-saber” no significa un aprehender, un conquistar, un dominar; no se puede aprehender lo que es esencialmente inaprehensible. Todo “saber sobre…” coloca al sabedor por encima de lo sabido, dominándolo; en el caso de este saber relativo al no-saber no es así. “Saber el no-saber” no quiere decir que el no-saber sea algo dominado y sometido sino más bien al contrario: lo único que se puede hacer con el no-saber es no-saberlo, y en eso consiste saberlo, lo cual no quiere decir desconocerlo o ignoralo sin más.

El hombre corriente ignora el no-saber, pero eso es debido a que él mismo es el amo de esa ignorancia, es él quien, por decirlo así, se la ha ganado; ciertamente, no sabe el no-saber, pero no saber no es lo mismo que no-saber: no-saber el no-saber es ignorarlo en el sentido de la ignorancia que le es esencial a este no-saber; no ignorancia como cualidad del hombre que ignora sino como cualidad de lo ignorado. No-saber el no-saber es contemplar cómo, después de nuestro viaje hasta él, se nos escapa, y por más que intentemos cogerlo se nos sustrae siempre.
Por otro lado, y a modo de explicación, se ha de decir que todo saber es saber de algo, pero el objeto del no-saber no es ningún objeto concreto, o lo que es lo mismo: su objeto es todo objeto, todo ente en tanto que ente, ya que de lo que se trata es de desentrañar el ser de todo ente. ¿Cómo, entonces, podemos pretender dominar, aprehender, superar este no-saber, si nosotros mismos somos una parte de él? No puede objetarse que existen saberes que atañen directamente al hombre, que lo tienen como objeto, como la psicología, y que sin embargo el hombre los domina y maneja; el hombre los domina por cuanto los aplica a otro hombre, no a él mismo: el psicólogo domina la psicología por cuanto la aplica a otra persona, que es el objeto. ¿Pero es que un psicólogo no puede autoanalizarse, o un médico no puede curarse? Efectivamente, pero sólo si se ve a sí mismo como sujeto y objeto a la vez, como médico y paciente, como dominador y dominado.

Sólo como sujeto puede el hombre dominar un saber. ¿De qué manera puede alguien ser sujeto del no-saber, y consiguientemente dominarlo? Todo desdoblamiento sujeto-objeto seguiría quedando bajo el no-saber que, no lo olvidemos, trata sobre el ser de lo ente en tanto que ente; y “en tanto que ente” quiere decir: en tanto que es, lo cual significa: en tanto que es esta o aquella cosa, sujeto u objeto, dominador o dominado. Por decirlo así, el hombre en tanto que sujeto del no-saber no deja de ser objeto de éste; no hay escape posible del no-saber, lo envuelve todo, nada queda fuera que pueda ser un sujeto sino que todo es objeto. No somos nosotros los que lo dominamos, sino al revés, él nos domina, nos somete, le somos inferiores; a pesar de esto, es preciso ser conscientes de esta inferioridad, de que el auténtico saber es un no-saber para el que todo es objeto y del que no podemos ser sujeto.

¿Es pues un saber sin sujeto? Sócrates no pregunta tanto, no hace cuestiones sobre el no-saber sino que se limita a ponerse en camino hacia él; Sócrates disfruta caminando porque en eso precisamente consiste su filosofar. Porque lo que Sócrates ofrece no es una meta sino un camino y un modo de caminar; esto es lo que le hace poco atractivo para sus interlocutores, que no desean caminar sino poder decir que ya han llegado, no importa cómo y sobre todo no importa dónde.

Algo Para Recordar------------ > Las reglas del método

Ya la parte segunda del Discurso había presentado el método. Descartes considera que aunque la lógica tenía muchas reglas válidas, en general éstas son inútiles, puesto que, como afirma en las Reglas para la dirección del espíritu, la capacidad de razonar es básica y primitiva, y nadie puede enseñárnosla. De modo que en realidad podrían bastarnos cuatro reglas, que más que ofrecernos una lógica, detallan cómo ha de llevarse a cabo la investigación. Son las reglas del método:

1. El llamado precepto de la evidencia (o también, de la duda metódica): No admitir nunca algo como verdadero, si no consta con evidencia que lo es, es decir, no asentir más que a aquello que no haya ocasión de dudar, evitando la precipitación y la prevención.

2. El precepto del análisis: Dividir las dificultades que tengamos en tantas partes como sea preciso, para solucionarlas mejor. Hay que añadir que buscar el problema más simple relacionado con nuestro propósito, equivale a plantearse el problema más general y básico, de cuya solución dependerá la de los sucesivos.

3. El precepto de la síntesis: Establecer un orden de nuestros pensamientos, incluso entre aquellas partes que no estén ligadas por un orden natural, apoyándonos en la solución de las cuestiones más simples (que Descartes llama "naturalezas simples") hasta resolver los problemas más complejos a nuestro alcance.

4. El precepto de la comprobación: Hacer siempre revisiones amplias para estar seguros de no haber omitido nada.

Descartes anuncia que empleará su método para probar la existencia de Dios y del alma, aunque es preciso preguntar: ¿cómo podrían él, o sus lectores, cerciorarse de que los razonamientos que ofrece con este objeto tienen genuino valor probatorio? Desarrollar una prueba genuina es algo muy problemático, especialmente en lo tocante a cuestiones fundamentales, según habían señalado ya autores como Aristóteles y Sexto Empírico. Veremos que en este punto las teorías cartesianas pueden considerarse como un desarrollo de la filosofía griega.

El problema del círculo

¿Cómo sabemos que existe Dios, si frente a los ateos no basta invocar un texto sagrado (como Descartes mismo destaca en la "Carta a los Decanos y Doctores..." que precede a las Meditaciones), y frente al escéptico que pone en duda la evidencia, no bastaría siquiera dar un alegato evidente? Este es un tema discutido entre los comentaristas, pero hay dos respuestas básicas: no lo sabemos en absoluto; o bien se trata de una prueba dialéctica. Según esta línea interpretativa, Descartes no ha intentado demostrar la existencia de Dios, sino refutar la hipótesis en la que se funda la duda. Esto se conseguiría al mostrar 1) que un argumento incompatible con la hipótesis del genio (o del azar adverso, etc.) es comparativamente 'más sólido que' la(s) respectiva(s) hipótesis escéptica(s); y 2), que ni ese argumento, ni el juicio que lo considera incompatible y superior al alegato opuesto, merecen ser juzgados circulares.

Este camino sólo sería promisorio, por supuesto, si no suponemos de entrada que la duda radical planteada por el escéptico y admitida en la investigación, es universal (si lo fuera, a priori toda respuesta a esa duda estaría condenada a la circularidad). Además, habría que preguntarse dos cosas: 1) ¿es posible plantear una duda general, que afecte incluso a las ideas evidentes, pero que no sea universal? (Una posibilidad, desde luego, es imaginar que la duda se formula con ayuda del cuantificador plurativo: «la mayoría de...») Y 2), ¿habría razones que permitan desechar la duda universal, y que no se reduzcan a señalar el fracaso al que estaríamos condenados, si hubiésemos de enfrentar esta clase de escepticismo? Esta última es una pregunta abierta.

jueves, junio 19, 2008

viernes, junio 06, 2008

viernes, mayo 30, 2008

jueves, mayo 08, 2008

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viernes, febrero 22, 2008

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